jueves, 18 de febrero de 2010

MIEL


Con él llega el viento
desenfrenado, suave.
En su misionar llega el acento.
Dulce y perfecta la fusión
entre ese físico musical
y lo químico y natural.
Arriva la vibración del sonido
a terminal directa en pecho y diafragma,
rozando el paladar con crema pentagramada,
despertando de un soplo en lo profundo del alma.
Base de espuma enmielizada,
su boca es el panal.
Es una tortura, es impotencia.
Estremecimiento rítmico y sonoro
donde los pies se fruncen
y los puños transpiran música, letra y voz.
Porque su cuerpo es música
Porque su estructura es instrumento.
Porque su canto es un tremendo rojo amanecer.
Escucharlo supone preparar el alma
para un viaje mágico, casi espiritual;
dejarse llenar y permanecer suspendido,
hipnotizado entre coros y acordes,
entre sambas y bossa's.
Enredarse en su panal con la mirada
y perderse en su miel.
Eso es escucharlo.
Eso es música.
Eso es él.

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